Hoy venía escuchando en la radio la sección de Boyero en La Ventana donde se ha puesto en plan drama porque no es capaz de ver el rotundo éxito de Ocho Apellidos Vascos y el que se avecina con su secuela. Vaya por delante que no soy un detractor de Boyero. Su única diferencia con el resto de críticos es que despacha las obras que no le gustan con desparpajo y mala ostia, lejos de rimbombantes excusas de otros críticos.

Lo que ha terminado de abrirme los ojos ha sido ver a dos afamados críticos frente a frente. Cuando todo encaja, el diálogo es fluido; cuando la obra maestra de uno es la bazofia del otro toca cerrarse en banda y despachar la falta de gusto del oponente. Hoy eran Boyero y uno de los críticos de Cinemanía (presentaba un libro sobre 100 clásicos del cine sobrevalorados, por si alguien quiere hacer sangre), pero en el día a día pasa lo mismo. Y digo que vi la luz porque realmente ¿en qué se diferencia un crítico de una persona de a pie a la que le interesa el cine? Absolutamente en nada. Son simplemente personas que, por azares del destino, han llegado a cobrar por decir lo que les gusta y lo que no.

¿A dónde voy a parar con esto?A que ocurre lo mismo en los videojuegos. Seguimos pendientes de las notas, de los análisis, de éste o aquel redactor. Y no dejan de ser gente normal y corriente. En los años que llevo escribiendo para TodoJuegos nunca se me ha impuesto nada, ni siquiera un estilo de review determinado. Pero siempre he tendido a anclarme en los sistemas clásicos de análisis. Y ése es el gran error de la llamada prensa de los videojuegos. La prensa debe limitarse a informar y los análisis deberían ser eso, análisis concienzudos de las características de los juegos, sin entrar en valoraciones personales. Pero ya vemos lo que pasa a menudo. Si hablamos de la pasta que se mueve en esta pecera de pirañas que es el mundo de la prensa de juegos, entonces sí que las hojas son papel higiénico de la marca Elefante.

No sé si algún día haré análisis de juegos en el blog; no sé por dónde me llevará este Megazord. Pero lo que sí tengo claro es que mediré muy bien mis palabras para diferenciar lo que hay en un juego, de lo que es mi opinión. 

Intento disfrutar de todo lo que cae en mis manos, sea el juego bueno o malo. Creo que es lo más sano.